CERDITOS FLUORESCENTES....experimentos genérticos

Cuando leí la noticia de que un científico había conseguido un cerdo fosforescente no me sorprendió lo más mínimo; fui a lo práctico. Pensé que si ya teníamos cerdos blancos, rojos, rosados, marrones y negros, no sé qué necesidad había, ni para que podrá servir, que hagan cerdos de más colores. Pero ya verán cómo, al final, sí que sirve porque seguro que vuelve a pasar como cuando inventaron el álgebra de matrices, que no le veían un empleo práctico y vaya si acabó teniéndolo; que se lo pregunten a Einstein. Así que no me extrañaría un pimiento que este cerdo de Randy Prather pasara a formar parte de esa nómina de animales que, como el gato de Schrödinger o el perro de Paulov, contribuyeron a que los científicos, haciendo experimentos triviales, avanzaran muchísimo en el estudio del comportamiento humano y de ciertos misterios cuánticos. El caso es que, como dije, la noticia no me sorprendió lo más mínimo. Lo que sí me sorprendió muchísimo fue la carátula de aquel disco de Pink Floyd que, en 1977, hizo furor. Un disco, «Animals», en el que Roger Waters, líder del grupo, hacía suyo un cuento de Orwell y retrataba en forma de sátira una sociedad en la que los cerdos representaban a la clase dominante, los perros a los cuerpos represivos y las ovejas al ciudadano común.

Me vino a la memoria el disco porque, como recordarán, la carátula reproducía la foto de una central termoeléctrica con un cerdo volando entre las chimeneas. Un gigantesco cerdo hinchable que surcaba el espacio sobre un paisaje surrealista.

Aquel cerdo también tuvo su historia, pues, inesperadamente y para sorpresa de quienes intentaban fotografiarlo, la cuerda que lo sujetaba se rompió y el cerdo salió volando y fue visto por un piloto, que dio cuenta de su presencia a la torre de control, motivo por el cual las autoridades del aeropuerto de Heathrow decidieron realizarle una prueba de alcoholemia nada más aterrizar. Posteriormente, un helicóptero de la Policía inglesa siguió al cerdo volador hasta los 5.000 pies, momento en el que tuvieron que regresar a la base y comunicaron el hecho a los de Aviación Civil, que lanzaron una advertencia a sus pilotos para que tuvieran cuidado de no tropezar con el cerdo en vuelo. Cerdo que perdió contacto con el radar a los 18.000 pies, en la vertical de Chatham. No estuvo mal la peripecia de aquel cerdo volador, fue más divertida de la que imagino para este cerdo fosforescente que acaban de inventar utilizando el ADN de una medusa. Dios nos asista si, como dicen, el experimento puede servir para que nos trasplanten los órganos de los animales sin que nuestro organismo muestre ningún rechazo. Imaginen las sensaciones. Imaginen que, según algunos científicos, la primera y más notoria diferencia entre los cerdos y las personas es que ellos son los únicos animales a los que no les molestan las moscas. No quiero ni pensarlo. Prefiero pensar que tanto al científico Randy Prather como a la gente de Pink Floyd el cerdo se les fue de las manos. Eso es lo que voy a pensar, entre otras cosas, por lo dicho anteriormente y porque estaría feo enmendarle la plana al poeta Amado Nervo, que fue el primero que dijo aquello de que no echáramos margaritas a los cerdos. Y digo yo que si esto resulta y así los humanos no rechazamos los órganos implantados ¿significa eso también tener que asumir el coste de ser también nosotros fluorescentes?...