La práctica de mascar resinas o cera de abeja se puede encontrar en diferentes pueblos y períodos históricos, como en la Antigua Grecia, en indígen
as y colonos norteamericanos y en la población mesoamericana. En el caso del chicle, el material original proviene del árbol “Chicozapote” (Manikara zapota) en la región tropical de América. Cuando el tronco de este árbol sufre una cortadura emana de él una resina muy parecida a un pegamento líquido. No tiene sabor y sin mezclar con otros ingredientes no puede estirarse para hacer bombas. Los mayas y los aztecas la mascaban para limpiar sus dientes y distraer el hambre. En la segunda mitad del siglo XIX, James Adams llevó el chicle a Estados Unidos, lo procesó con sabores y azúcar y lo comercializó con mucho éxito. El desplazamiento de soldados en la Segunda Guerra Mundial difundió el producto en el mundo. Luego, en los años
cincuenta, apareció la goma sintética compuesta por polímeros derivados del petróleo, y muchas compañías variaron sus recetas (de allí la recomendación de no tragarse el chicle. Muchos de estos polímeros no son fácilmente digeribles.) La extracción de chicle bajó. Recientemente han surgido empresas que retornan al chicle original, promoviéndolo como un producto natural, biodegradable, cuya extracción en la selva húmeda no deteriora el ambiente y apoya a familias de la región. El chicozapote es el árbol más abundante de la selva maya, un extenso pulmón de la Tierra.A los chicleros les lleva todo el día de intenso trabajo cocer la resina que han extraído durante una semana de los árboles de chicozapote. Durante los meses de julio a febrero, en la temporada de lluvias, pobladores del oeste del estado de Quintana Roo se dedican a la extracción del chicle, materia prima de la goma de mascar. A 150 km de Felipe Carrill
o Puerto, Quintana Roo, en el centro de la península de Yucatán, se encuentra Othón P. Blanco, población donde ocurre el proceso de extracción de la goma. Cada chiclero lleva lo que ha obtenido el día anterior en el”chivo”, una bolsa de lona que ellos mismos elaboran y que está impermeabilizada con la misma resina; para cerrarla utilizan dos maderitas que ponen a los lados de la abertura y que se amarran de los extremos para evitar que se salga la resina durante el recorrido. Toda la goma que cada uno va sacando de los árboles, la vacían a otra bolsa m s grande donde la van almacenando.primero cuelan la resina para quitarle los trozos de madera u hojas que hayan caído en el interior, mientras la vierten en una paila, un recipiente de gran tamaño. Después la ponen al fuego durante más o menos hora y media; en este tiempo los chicleros se van turnando para revolver la resina con un palo y así evitar que se pegue y se desparrame. Cuando el agua que contiene se evapora, la goma se vuelve más consistente y chiclosa, por ello tienen que resolve
rla con m s fuerza y rapidez, hasta que se forman burbujas y toma un color café claro; en este momento ellos saben que cuajó, que está cocida y lista para retirarla del fuego y seguirla moviendo, pero ahora levantándola con el palo lo más alto que pueden para que se enfríe. En esta etapa del proceso no pueden dejar de moverla porque se puede pegar y se endurece; así, revolviendo, los trabajadores se pasan una hora más hasta que el chicle llega a una temperatura que sus manos resistan para poder sacarla de la paila, ponerla sobre unas hojas y después formar las marquetas.Ya que la goma está afuera, la dividen y la colocan en unos moldes de madera Actualmente la producción de chicle del estado de Quintana Roo la compra Japón, Italia y Estados Unidos a través de la Federación de Cooperativas, que firma los contratos de compra-venta.














